Bogotá, macroeconomía y tasa de cambio

Bogotá, macroeconomía y tasa de cambio

La ciudad necesita avanzar en su desarrollo y para ello es imprescindible blindarse en contra de choques externos que puedan alejarla de este destino.

Si bien el crecimiento económico mundial y el de América Latina han mostrado un menor dinamismo en los últimos años, la economía colombiana ha logrado resultados positivos.
Desde 2017, el crecimiento del PIB pasó de 1,4% en dicho año a 2,7% en 2018. Además, en el segundo trimestre de este año Colombia creció 3%, por encima de las tasas observadas en Perú (2,6%), Chile (1,9%) y México (0,1%).

No obstante, es preocupante la elevada depreciación de la moneda local evidenciada recientemente. En los últimos meses, la tasa de cambio alcanzó su máximo histórico al llegar a $3,503, lo que ha significado una devaluación de 12,5% frente a septiembre de 2018. Esto convierte al peso colombiano en la segunda moneda más devaluada del mundo frente al dólar en el último año después del peso argentino, según datos de Bloomberg.

Más preocupante aún es el hecho de que este fenómeno no parece ser transitorio. En primer lugar, por el enfriamiento de la economía mundial. Según cifras del FMI, se proyecta que la tasa de crecimiento mundial, que pasó de crecer 3,8% en 2017 a 3,6% en 2018, caiga a 3,2% en 2019, lo que es jalonado por la caída en las tasas de crecimiento de EE. UU., China y la Zona Euro. Esta desaceleración se traduce en una disminución de la demanda internacional de bienes y servicios y, por ende, también de nuestras exportaciones.

Esto se evidencia en la reducción anual de 0,5% en los ingresos nacionales por bienes exportados observada en el segundo trimestre de este año reportada en el más reciente informe de balanza de pagos del Banco de la República.

En segundo lugar, por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la cual ha distorsionado los flujos de divisas ya que los inversionistas se han refugiado en metales preciosos y monedas sólidas ante el panorama de incertidumbre. En este sentido, divisas como el dólar estadounidense se han visto fortalecidas, lo que ha generado un fenómeno de devaluación global, especialmente en países emergentes como Colombia por la debilidad de sus monedas. Estos dos hechos reducen la oferta de dólares estadounidenses en el mercado local e impulsan la devaluación del peso colombiano.

El panorama descrito presenta un riesgo importante para la estabilidad económica y el desarrollo de Bogotá. Por una parte, se genera una presión al alza del nivel de precios de su economía. Tal como lo menciona la teoría económica, movimientos en la tasa de cambio se pueden ver reflejados en la inflación a través del encarecimiento de los precios de bienes importados, lo que es conocido como pass-through.

Si bien este fenómeno aún no se ha sentido con fuerza en el IPC, algunos de sus componentes han empezado a dar señales de alerta. De acuerdo con las cifras del Dane, la inflación anual de los bienes transables aumentó por cuarto mes consecutivo en octubre de este año, llegando así a 1,89%. Esto tiene un efecto negativo sobre la demanda interna por diferentes bienes ante el aumento de sus precios, al igual que sobre la estructura de costos de las empresas de la ciudad que usan insumos importados.

Por otro lado, el principal impacto de la devaluación del peso para el desarrollo y competitividad de la capital radica en un factor coyuntural, pero de altísima importancia para la planeación de largo plazo de la ciudad: la construcción de la primera línea del metro. Esta obra es un elemento fundamental del entramado de movilidad de la ciudad tanto por el alto valor de su inversión (US$4.400 millones) y por ser una herramienta para la solución de los problemas históricos de movilidad de la ciudad.

Los recursos para la concesión del metro se dividen en tres componentes: la suma de pagos en pesos durante la obra; los pagos trimestrales en pesos durante su operación; y la suma de pagos en dólares durante la etapa construcción, la cual se estima en cerca de US$1.000 millones. La financiación de este último componente se realizará con préstamos en dólares a las Bancas Multilaterales – BID, Banco Mundial y Banco Europeo de Inversiones – cuyo cupo máximo es de US$ 1.600 millones.

A pesar de que se contemplaron mecanismos como contratos de permutas financieras para mitigar el riesgo derivado de la tasa de cambio, ésta se fijará en el momento en que se haga el desembolso de los recursos en dólares. En este sentido, la incertidumbre con respecto a su comportamiento resulta ser un elemento problemático de cara al cálculo del valor de dicha deuda en pesos. Esto podría traducirse en presiones a su sostenibilidad y a la sanidad de largo plazo de las finanzas distritales.

Teniendo en cuenta el panorama anterior, la actual devaluación del peso colombiano, la cual no parece dar tregua, no es un tema menor para Bogotá. Es clave que la administración contemple la importancia de este choque sobre las dinámicas económicas de la ciudad y realice desarrollos de política que mitiguen sus efectos sobre las finanzas públicas y sobre la sostenibilidad de los grandes proyectos de la ciudad en los próximos cuatrienios.

La capital necesita avanzar en términos de su desarrollo de largo plazo, y para ello es imprescindible blindarse en contra de choques externos que puedan alejarla de este destino.

Juan Carlos Pinzón
Presidente de ProBogotá

Columna publicada en Portafolio el 2 de diciembre de 2019. https://www.portafolio.co/opinion/otros-columnistas-1/bogota-macroeconomia-y-tasa-de-cambio-536090