En el marco del segundo y último día del Concordia Summit que tuvo lugar en Bogotá, Juan Carlos Pinzón participó en una conversación sobre ciudades inteligentes en su rol como presidente ejecutivo de ProBogotá. En la mesa de discusión también participaron expertos en asuntos de tecnología e innovación, así como varios candidatos a la Alcaldía de Bogotá como Carlos Fernando Galán, Ángela Garzón, Miguel Uribe Turbay y Lucho Garzón.
Tras el evento, SEMANA tuvo la oportunidad de hablar con el exembajador en Washington y preguntarle sobre su incursión en el sector privado, la carrera por ser el sucesor de Enrique Peñalosa y la decisión del gobierno de Iván Duque de retomar las aspersiones aéreas.
SEMANA: ¿Qué aportes resaltaría desde su llegada a ProBogotá hace ocho meses?
Juan Carlos Pinzón: Comenzamos a trabajar en un plan estratégico muy interesante que ha permitido dos cosas. Primero, ProBogotá hoy ha crecido en cerca del 35% en términos de sus afiliados y de su generación de ingresos potenciales. Esto muestra un interés por apostarle al desarrollo. Por el otro lado, nuestra agenda nos ha permitido trabajar en la conversación de ciudades inteligentes en alianza con otras entidades como la Cámara de Comercio, Connect Bogotá, Invest in Bogotá, el Foro Económico Mundial y el Banco Mundial. Esto nos está llenando de conocimiento y abre la posibilidad de potenciar las discusiones que permiten que la ciudad avance.
También empezamos a hacer un trabajo que no se había hecho nunca al ir a las comunidades a hacer talleres con gente de cada localidad y preguntarles qué está pasando, qué necesitan y qué les hace falta. Típicamente llegaban los expertos y proponían soluciones, pero acá estamos haciendo un trabajo desde la base para entender qué piensan las juntas de acción comunal, qué piensan las madres cabezas de familia, qué piensan los distintos comercios y, de esa manera, encontrar soluciones.
SEMANA: ¿Qué tan lejos está Bogotá de ser una ciudad inteligente?
J.C.P: Los registros internacionales que conocimos de estudios que hizo Mckinsey el año pasado para 50 ciudades dejan a Bogotá, en términos de infraestructura tecnológica, en el número 41. Cuando se analiza la utilización de herramientas digitales para solucionar problemas de movilidad, salud, seguridad y educación, Bogotá ocupa la posición número 45. Esto lo que significa es que hay mucho por hacer. Se necesita una apuesta. Las ciudades que más han apostado a la tecnología en el mundo son las que hoy tienen los estándares de vida más altos.
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SEMANA: En la discusión con los candidatos se habló mucho de la necesidad de tener visión a largo plazo. ¿Cómo construir sobre lo construido cuando hay tanta polarización y las administraciones pasadas y presentes de Bogotá viven en una batalla de egos?
J.C.P: Tuvimos un diálogo en donde hubo personas de diferentes sectores, con distintos puntos de vista, y todos, en general, con el buen deseo de aportarle a la ciudad. Yo creo que estos son temas que hay que trabajar. Es a través del diálogo que se pueden construir soluciones. Lo que no puede ocurrir es que cada administración llegue con una agenda nueva y deje en el olvido a la anterior. Esta es la razón por la que los líderes empresariales del país tomaron la decisión de crear ProBogotá y es para que haya ese acompañamiento con una visión de largo plazo. Para que, independientemente de cual sea la administración, se promuevan temas que tengan consecuencias para el bien de la ciudad.
SEMANA: Llamó la atención lo poco que se habló de corrupción, pese a ser una discusión sobre ciudades inteligente. ¿Deberían combatir la corrupción este tipo de ciudades?
J.C.P: Alguno de los candidatos sí lo mencionó y me pareció muy interesante que lo hiciera. Hoy la tecnología lo que permite es transparencia y, fuera de seguir el rastro de operaciones financieras, minimiza que quienes están en la corrupción lo puedan hacer fácilmente. Yo sí creo que la tecnología y las ciudades inteligentes dan para todo: movilidad, salud, gobierno y seguridad. En el caso del uso de la tecnología para el gobierno, los trámites y la lucha contra la corrupción son temas centrales.
SEMANA: El Partido Conservador lo contactó y hubo acercamientos a usted para que fuera candidato a la Alcaldía, ¿por qué desistió?
J.C.P: Muy amablemente el Partido Conservador, en pleno, me pidió que tomara esa decisión (la de ser candidato a la Alcaldía). Sectores del Centro Democrático, del Partido de la U y de Cambio Radical también lo han hecho. Lo que yo siento es gratitud, con mucha humildad se lo digo, de que piensen que uno puede ser una persona idónea. Sin embargo, en mi caso, creo que serví varios años en el sector público, tomé riesgos y decisiones y estuve al frente, quizá, de muchos de los momentos más difíciles. Por lo mismo, creo que estos son los años en los que puedo aportarle a Bogotá, cumpliendo este compromiso que hice con el sector privado. Hay que ser serio, yo llegué aquí apenas hace 8 meses, no puede estar uno llegando a un sitio y dejando las cosas cuando queda una agenda que le va a impactar positivamente a la ciudad y al país. Ya habrá tiempo de volver a servirle al país cuando las condiciones se den.
SEMANA: En días pasados, Monsanto fue condenado en Estados Unidos por sus herbicidas. La decisión causó indignación en muchos sectores ya que el actual gobierno insiste en el uso del glifosato. Desde su posición como exministro de Defensa ¿qué opinión le merece?
J.C.P: Es un error tremendo creer que el debate es entre glifosato o no glifosato. Aquí el debate es si permitimos que el terrorismo y la criminalidad resurjan por cuenta de la financiación que obtienen del negocio de la cocaína que se ha ido generalizando. Aquí el debate es si permitimos que se siga acabando con la selva tropical y se llenen los ríos de todo tipo de contaminación por la gasolina y los químicos que se utilizan cuando se cultiva y produce la coca y la pasta de coca. Aquí el debate es que, desde el 2011 al día de hoy, cuando a nuestras Fuerzas Armadas se les ha pedido ir a realizar una erradicación a una zona, se han perdido 920 hombres, entre muertos y heridos, que han dejado cerca de mil familias sin ninguna posibilidad real en adelante. Esas son las preguntas que hay que hacerse. Hay un terrible impacto ambiental por cuenta de la coca, hay un terrible impacto a la paz y a la seguridad de los colombianos y hay un terrible impacto a la vida y a los derechos humanos de la fuerza pública. Ese es el verdadero debate que hay que dar.
El uso de la aspersión aérea con glifosato es una de las herramientas y hay que decirlo: tuvo su efecto positivo. Yo también he dicho que hay otras herramientas que se pueden usar. El uso de herramientas con biotecnología, por ejemplo. Pero mientras esos inventos no estén, lo que el país no puede dejar es que aquí terminen mandando, como está pasando en las regiones, cuanto bandido hay.
SEMANA: Uno de los argumentos de los detractores de esta política es el daño que causa el glifosato a la salud de los campesinos. Usted ahora planteaba el daño que la droga ha causado a los militares. ¿Vale más la vida de un miembro de la Fuerza Armada que la de un colombiano del campo?
J.C.P: Me pregunto es si la persona que está en el negocio de la coca está en la legalidad o en la ilegalidad. El tema es que, si esa persona estuviera en la legalidad, seguramente no tendría que sufrir ese riesgo. Ahora, si está metido dentro de un cocal dedicado a proteger matas de coca y dedicado a generar negocios criminales, seguro tiene el riesgo de ser afectado si pasa una aspersión. Hay que decir también que pueden haber mecanismos que mitiguen esa acción. Se pueden crear protocolos de anuncio, de modo que no haya seres humanos en la zona. A su vez, creo que hay muchos estudios, pero hasta ahora no hay estudios concluyentes y este debate es internacional, no es que solo se esté dando en Colombia.
Por último, algo más importante, cuando uno habla de la afectación por glifosato es una afectación potencial, cuando uno habla de los 920 hombres hoy asesinados, o que no tienen piernas por estar salvando el derecho a la vida y a la paz de los colombianos, eso no es teórico, esas son muertes reales. Son piernas, brazos y ojos que hoy muchos colombianos no tienen por estar defendiendo a sus compatriotas.