Se debe construir una cultura de rechazo a la comercialización y consumo de bienes hurtados.
Los resultados más recientes de las Encuestas Cómo Vamos ubican a Bogotá como la ciudad con peor percepción de seguridad entre las 13 analizadas, pese a ser la que presenta menor tasa de homicidios. Una gran parte del miedo ciudadano corresponde al hurto, fenómeno imposible de controlar en los últimos años.
Según la encuesta de percepción y victimización del segundo semestre de 2018, elaborada por la Cámara de Comercio de Bogotá, el 60 por ciento de las personas manifestaron haber sido víctimas de un hurto, 70 por ciento de estos en calles, avenidas y medios de transporte. De acuerdo con Información de la Policía Nacional, del total de hurtos en la capital, el 70 por ciento ocurrieron en 9 de las 20 localidades, principalmente en áreas con alta circulación de ciudadanos y actividades comerciales.
La Alcaldía de Bogotá ha enfrentado con decisión este fenómeno. No solo con intervenciones focalizadas como el Bronx y María Paz –de las que han tenido un aprendizaje continuo–, sino también con un metódico trabajo de investigación criminal e inteligencia. Gracias a esto, hoy sabemos que el hurto es cometido principalmente por bandas de entre 6 y 15 delincuentes –con carreras criminales a cuestas–, especializadas en los tipos de bienes que persiguen, lo que a su vez define su ubicación geográfica. También, que cuentan con circuitos estructurados de receptación y comercialización, y usan motos, bicicletas y taxis para atacar, además del ‘cosquilleo’ en espacios masivos. Asimismo, que bandas de otras ciudades compiten por un espacio en la ciudad. Este conocimiento se ve reflejado en que solo en lo corrido del año se han desmantelado al menos 16 bandas y se han ocupado 100 establecimientos de receptación.
De otra parte, el microtráfico y el consumo de drogas son dinamizadores del hurto. En desarrollo de mis funciones como ministro de Defensa y en actividades posteriores recorriendo las calles de la ciudad, he comprobado cómo estas estructuras delincuenciales se fusionan para el cumplimiento de sus objetivos criminales, gracias a lo que estudios psicofarmacológicos denominan comportamiento “económico compulsivo”, que determina una mano de obra abundante para las estructuras de hurto en la ciudad. (Por eso, objetivamente, preocupa tanto el fallo de la Corte Constitucional, ausente de realidad.)
¿Qué más hacer para quebrar la dinámica del hurto en la capital?
Fortalecer las capacidades de vigilancia y control del entorno urbano. Deben explorarse alternativas para el incremento del pie de fuerza –está demostrada la relación directa entre el aumento de policiales operativos y la caída del delito–. Asimismo, poner en práctica un protocolo de coordinación entre las empresas de seguridad privada y la Policía Nacional para generar un efecto multiplicador de la vigilancia, con un efecto positivo en la vigencia del imperio de ley y la percepción de seguridad.
Seguir fortaleciendo las capacidades de análisis y predicción del delito para continuar descifrando sus claves. También es imperativo el trabajo conjunto entre los organismos de seguridad del Estado y los operadores judiciales enfocado en una aplicación efectiva de las sanciones penales, de extinción de dominio y de responsabilidad civil de aquellos que se usufructúan de la cadena criminal del hurto. Asimismo, el uso de nuevas herramientas predictivas, como la plataforma Prisma de la Fiscalía General de la Nación. Ambos constituyen elementos esenciales para una construcción integral de la seguridad y son claves para luchar contra la reincidencia y acabar con las carreras criminales, fundamento del negocio del hurto.
Se debe construir una cultura ciudadana de rechazo a la comercialización y consumo de bienes hurtados. Adicionalmente, es necesario promover la cooperación ciudadana a través de canales accesibles y confiables –que aprovechen las nuevas tecnologías–. Las denuncias y alertas ciudadanas deben complementarse con un sistema eficiente de respuesta y retroalimentación que fortalezca la confianza entre instituciones y ciudadanos, cerrando espacios vitales para el crimen. Una gestión exitosa de la seguridad requiere de la participación de los habitantes de la capital.
Finalmente, se requiere que las autoridades judiciales y legislativas empoderen la acción decidida de la Policía en el terreno y del Gobierno con las comunidades. La llamada ‘mano dura’ funciona en la medida en que las herramientas legales y la colaboración ciudadana se enfoquen en derrotar la criminalidad en el marco de la ley.
Publicado en El Tiempo el 23 de junio 2019.